Hacia un movimiento internacionalista LGBT

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha supuesto el inmediato inicio de un proceso de desmantelamiento en materia de derechos civiles en Estados Unidos, alimentado por un discurso extremista que tiene su reflejo en los movimientos de extrema derecha del s. XXI. Sin embargo, la otra cara de la moneda ha sido la creación de un movimiento de resistencia que se inició con la Women’s March el pasado mes de enero. Esta manifestación, inicialmente pensada como una protesta feminista en Estados Unidos, tuvo un impacto mucho mayor de lo que se había imaginado en un principio: cientos de ciudades en todo el mundo acogieron concentraciones en las que confluyeron movimientos feministas pero también antirracistas, socialistas, pacifistas y también activistas LGBT.

Algunos argumentaban que la ofensiva liberticida de Trump podría dar inicio a una reacción organizada para hacerle frente. Hay quien habla de la creación de un movimiento de resistencia civil. Y, dado que precisamente uno de los colectivos más afectados por las políticas del nuevo Presidente es la comunidad LGBT, esta resistencia organizada se hace más necesaria que nunca, tanto en Estados Unidos como a nivel mundial.

Amenazas globales

Porque las políticas de Trump no son la única amenaza – ni la más importante – contra el colectivo LGBT actualmente. Es obvio que el auge de la extrema derecha – tanto en Europa y en EEUU – crea un importante riesgo de retroceso de derechos, y las nuevas políticas de la Casa Blanca son un buen ejemplo de ello.

Sin embargo, Europa también ve peligrar su condición de continente más avanzado en derechos LGBT. Muchos países del viejo continente siguen reticentes en la equiparación de derechos y perpetúan la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género. A modo de ejemplo, Italia y Alemania siguen siendo las grandes excepciones de Europa Occidental en cuanto al reconocimiento del matrimonio igualitario. Eslovenia, por su lado, dijo «no» a esta igualdad en un referéndum que tuvo lugar el año pasado.

A todo esto, hay que sumarle el preocupante aumento de los delitos de odio por motivos de orientación sexual o identidad de género en los últimos años – especialmente en países como España -, la existencia de países que castigan penalmente la homosexualidad a nivel mundial, y, sobretodo, la gran amenaza que el terrorismo de Estado Islámico supone para el colectivo LGBT.

Construyendo puentes: solidaridad e internacionalismo

Ante unas amenazas que no conocen fronteras, se hace imprescindible crear un movimiento que vaya también más allá de los límites de los países. Y hay que hacerlo de la misma manera que lo hizo el internacionalismo proletario del siglo XIX. Este movimiento nació de la creencia de que, puesto que el capitalismo es un sistema global, la clase obrera necesitaba crear también un frente común a nivel mundial para hacer frente a la opresión y defender sus derechos de manera efectiva. Según el internacionalismo proletario, los trabajadores deben ser solidarios con los problemas que sufren los trabajadores de otros países y luchar por los intereses comunes de su clase a nivel global. Esta idea nacía, sobre todo, de un sentimiento de solidaridad.

Es necesaria, pues, la creación de un movimiento internacionalista LGBT para hacer frente a las crecientes amenazas globales. Es importante, eso sí, no caer en la endogamia: no olvidemos que la homofobia suele ir de la mano del machismo, el racismo … etc. Es por ello que la lucha LGBT no debe centrarse sólo en sí misma sino que debe ir de la mano de la lucha feminista y antirracista, entre muchas otras.

Es imprescindible, pues, que la comunidad LGBT de un determinado país se mantenga informado sobre qué está pasando con los colectivos del resto del mundo. En especial, en Europa tenemos que estar atentos a lo que ocurre en el resto de países del continente pero sobre todo tenemos que poner la mirada en los retos que deben afrontar otros colectivos del resto del planeta. No podemos permitirnos vivir en una burbuja.

A esto le sigue la necesidad de construir puentes entre asociaciones LGBT de todo el mundo para compartir experiencias y explorar posibilidades de ofrecer apoyo mutuo. Es un paso esencial para la creación de redes de solidaridad que puedan brindar ayuda efectiva en países donde la discriminación y la violencia por motivos de orientación sexual o identidad de género están en el orden del día. En este sentido, uno de los temas más urgentes actualmente y donde más se puede trabajar es en la acogida de refugiados LGBT.

Gracias a asociaciones como ILGA, que lleva más de 38 años reuniendo asociaciones LGBT de todo el mundo, este ideal de internacionalismo es más que un discurso teórico. ILGA tiene estatus consultivo ante las Naciones Unidas. Son especialmente conocidos sus informes sobre los países que todavía criminalizan la homosexualidad. Más recientemente cabe destacar la creación de la plataforma All Out o la organización Outright.

El proceso de globalización que ha experimentado el mundo en las últimas décadas ha perjudicado a la humanidad en muchos sentidos. No obstante, uno de los efectos positivos de la globalización es precisamente la creación de estos movimientos internacionales para defender los derechos humanos. Hay que mantener la esperanza y alimentar la conciencia de que sólo un movimiento global puede hacer frente a los actuales retos que amenazan a la igualdad y dignidad de todas las personas.

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