¿Te imaginas tener que huir de tu país por ser quien eres o amar a quien amas? ¿Tener que esconder tu verdadera identidad para evitar ser perseguido, amenazado e incluso asesinado?
Hablamos de refugiadas LGTBI, personas que no pueden volver a sus países de origen ya que tienen un temor de ser perseguidas por su orientación sexual o identidad de género.
Según el último informe de la ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex) publicado en 2019, 68 Estados todavía castigan penalmente las relaciones entre personas del mismo sexo, algunos de ellos con la pena de muerte. En muchos otros países, aunque no exista una ley penal que criminalice dichas relaciones, las personas pertenecientes al colectivo LGTBI son sistemáticamente perseguidas, detenidas, agredidas y asesinadas, tanto por las propias autoridades del Estado como por la misma sociedad, grupos organizados y, en ocasiones, también por sus propias familias.
La persecución contra personas gays, lesbianas, bisexuales, trans e intersex es algo presente en muchos rincones del planeta. Una larga lista que va desde países donde se prevé – y se aplica – la pena de muerte como castigo a las relaciones homosexuales, como Arabia Saudí o Iran; pasando por otros en los que las personas LGTBI son condenadas a largas penas de cárcel – hablamos de países como Uganda o Nigeria, donde incluso hay una creciente tendencia a endurecer cada vez más las leyes homófobas. Al otro lado del Atlántico encontramos una de las regiones del mundo más peligrosas para el colectivo, y muy especialmente para las mujeres trans. Hablamos del llamado Triángulo Norte de Centroamérica – Honduras, El Salvador y Guatemala -, donde, pese a que las relaciones homosexuales no están penalizadas, encontramos el índice más alto del mundo de asesinatos por homofobia y transfobia. Y es que la ley no siempre es un buen indicador: Brasil, uno de los países con leyes más avanzadas en cuanto a protección de la diversidad sexual, se está convirtiendo en un auténtico infierno para las personas LGTBI desde la llegada al poder de Jaïr Bolsonaro, quien ha asegurado que «preferiría un hijo muerto a un hijo gay». Las declaraciones del presidente brasileño han legitimado una ola de violencia sin precedentes en ese país suramericano.
Ante esta situación, no es de extrañar que muchas de esas personas no les quede otra opción que abandonar definitivamente sus hogares y buscar protección en otro país donde puedan vivir sin miedo.
Pero, ¿es esto un razón válida para solicitar la condición de refugiado?
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